"-La gente -señaló entonces Álvaro Abril- cree que para contar la propia vida es preciso empezar por el principio: año y lugar de nacimiento, etcétera. Pero se puede empezar por el final, o por el medio, por donde uno quiera. Yo no estoy seguro de que las cosas sucedan unas detrás de otras. Con frecuencia suceden antes las que en el orden cronológico aparecen después. Si usted quiere o necesita empezar por el fallecimiento de su marido, podemos empezar por ahí y luego ir a donde sea reclamada por la memoria o por el sentimiento. Lo importante es que los sucesos que seleccionemos tengan una carga de significado importante, para que el relato respire. Y se lo digo así desde el convencimiento de que la vida, de ser algo, es eso: un relato, un cuento que siempre merece la pena ser contado."
Fragmento extraído del libro Dos mujeres en Praga, de Juan José Millás
Nunca me gustó el género autobiográfico y miro hacia otro lado cuando los créditos de una película dicen aquello de basada en hechos reales. Esto de contar la propia vida siempre me pareció cosa de octogenarios onanistas, o de enamorados que buscan impresionar mentir. Será por eso por lo que aunque digan que la imaginación no tiene límites , creo que la realidad siempre será mucho más rica, puede ser interpretada y manipulada impunemente, imaginada ilimitadamente. Contada. Para la no-ficción, antes que oyente o lectora prefiero ser voyeur, contármela a mi manera a través de las huellas que toda vida deja atrás, de todas aquellas cosas en las que se refleja. Para mí, está claro, siendo tan silenciosa, más que una vida que merezca la pena ser contada, prefiero una vida que merezca la pena ser vivida, que no deja de ser otra forma de contar.